Hasta hace un par de décadas podía suponerse que la notoria torpeza de los ministros, presidentes y gestores políticos contemporáneos era generacional. Se notaba la ausencia de figuras señeras como Adenauer, Mandela, Churchill, Stevenson, De Gaulle, Kissinger, Gromiko, Aba Eban, que más allá de sus notorias diferencias hacían valer un saber, una inteligencia y una habilidad que les daba prestancia de estadistas. Quizás hoy no serían distintos, los rasgos particulares no parecen decisivos. De esos rasgos solo queda la prestancia, ese buscado parecer codificado en pura cáscara. Una de las cualidades más notorias de la actual política de masas es su literal desaparición. No hay política ni masas, excepto como figura retórica, porque las categorías conceptuales caminan sin piso, como las figuras del comics que siguen andando sobre el vacío. Ya no es por la simple caída de los grandes relatos ideológicos, sino por el vaciamiento de significados básicos. Términos como “opinión pública
“ Tal vez la historia no sea más que la diversa entonación de unas pocas metáforas ” La esfera de Pascal, J.L.Borges